miércoles, 3 de diciembre de 2008

Los libros de la libertad. El fomento de la lectura en las escuelas



Foto: Arantxata

Por Ana Laura Gallardo
analaura@terceroendiscordia.com.ar

El fomento de la lectura en los niños es una de las temáticas más debatidas en la educación. La formación de lectores desde la escuela puede ser extraordinaria o llevar al niño a odiar la lectura. ¿Cuál es la delgada línea que separa estas dos elecciones? Finalmente es el niño quien escoge, con libertad, lo que quiere para su vida… leer o no leer.


Cuando era pequeña descubrí un mundo de libertad en los libros. Leía muchos y muy variados, devoraba sin culpas cada uno que llegaba a mis manos. Me gustaba mucho la sensación que me generaban, un diálogo íntimo que solo el libro y yo sabíamos. Algo similar me sucedía con la escritura de diarios, era una especie de secreta adrenalina y que sólo se daba entre la escritura y yo. Posiblemente estas sensaciones que me generaban la lectura y escritura tengan que ver con la realidad de que el niño muchas veces se siente vigilado en sus elecciones, ya sea por sus padres, maestros o gente adulta. Cuando uno es niño hay muchas cosas que no están permitidas, muchas otras que no se pueden decir, otras tantas que no se pueden tocar, etc. etc.

Recuerdo que, además de mi biblioteca de libros infantiles y juveniles, en otro de los cuartos de la casa había una “biblioteca de adultos” que muchas veces visitaba: en él había libros de psicología, contabilidad, inglés y unos, que llamaban mi atención, aparentemente de literatura. Muchas veces los tomaba y miraba sus portadas, recuerdo uno llamado El color púrpura (hoy descubro que es de la autora Alice Walker y que existe una película homónima dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por Whoopi Goldberg); realmente no sé por qué llamaba mi atención, seguramente por el color de su tapa, púrpura naturalmente.

Uno de esos días de exploración a la “biblioteca de adultos” decidí que tomaría El color púrpura, lo llevaría a mi cuarto y lo leería con más tranquilidad. Mientras ojeaba su contenido entró mi padre. Teniendo en cuenta que al niño se le prohíben muchas cosas, hice lo que todos hubiesen hecho, lo escondí detrás de mí. Por supuesto que, como todo adulto expectante, mi padre se dio cuenta y me preguntó qué escondía, no tuve más remedio que descubrir el secreto y esperar el castigo oportuno en estos casos. La realidad es que no sucedió nada de lo que era esperable, mi padre me dijo con total naturalidad: “¿a ver qué estás leyendo? El color púrpura”.

Pensé que lo mejor para tratar este tema era comenzar con esta anécdota de mi infancia porque creo que es lo que mejor ilustra la idea de que para promover la lectura hay que hacerlo desde la libertad. El niño es también una persona y por más que los adultos tengamos, muchos de nosotros, responsabilidad sobre ellos, tienen derecho a realizar sus elecciones con libertad y no determinados por el “no toques”, “no mires”, “no digas”, “no hagas” de algunos adultos.

La escuela ha sido y seguirá siendo una de las instituciones más ligadas a los libros. Los docentes y bibliotecarios tienen el “deber” de animar la lectura en los niños dentro de las escuelas y también son los encargados de decir lo que se lee y lo que no se lee en las aulas.

Creo que existen dos tipos de libros ligados a la institución escolar: los libros de información, esto es: manuales de diferentes materias, libros para “aprender”, libros que se ajustan a los programas educativos anuales, libros pedagógicos. Y por otra parte están los libros de literatura, es decir: los libros del placer, libros que no requieren un esfuerzo, libros que no conllevan una tarea pedagógica posterior, los libros de la libertad.

Pero muchas veces, sino la mayoría, estos dos tipos de libros se superponen, se confunden en forma sistemática dentro de la escuela. Los docentes y bibliotecarios, atentos a su deber de “formar” niños lectores, seleccionan y, muchas veces, recortan el material de lectura de acuerdo a los famosos “valores” que se imponen desde la escuela y la sociedad y piensan esta selección en términos de aprendizaje, moralejas, etc. que luego traducen en un aburrido trabajo de comprensión lectora y preguntas pedagógicas que, lejos de “formar” lectores, hacen que el niño termine odiando la lectura. Raquel M. Barthe nos dice al respecto:

“La única forma es incentivar la lectura por placer, sin ningún trabajo previo ni posterior. Y me estoy refiriendo a la lectura literaria que no admite ningún tipo de "trabajo de comprensión lectora", ya que este tipo de textos se caracterizan por el plural de lecturas que poseen. La comprensión lectora solo se puede aplicar a los textos informativos y funcionales, pero primero hay que potenciar la capacidad lectora.
La lectura no es un hábito ni un deporte, como parecería que la quieren mostrar las "maratones" que están de moda. La lectura es un acto voluntario que requiere tranquilidad y reflexión”.


La lectura de libros no puede ser impuesta, ni desde el hogar ni desde la escuela. Muchas veces me he topado con madres que dicen que hacen todo para que sus hijos lean pero que no hay caso, no lo logran. ¿Cómo piensan que el niño, vigilado desde sus elecciones, puede formarse como lector? El niño desde su interior añora ser libre y elegir, seleccionar, recortar lo que él quiera para su vida, sin imposiciones.

“A veces la selección puede ser una censura. Los docentes, en el afán de dar al alumno "lo mejor", lo privan de la libertad de leer.
Solamente cuando se lee de todo, se puede comparar y determinar si algo es bueno o malo. Pero eso lo debe hacer el lector entrenado y libre para elegir qué leer.
Lamentablemente, ni siquiera los maestros eligen los libros, ya que utilizan el material que les mandan (oficialmente o las promociones editoriales)”, agrega Raquel M. Barthe.


¿Por qué la literatura en la escuela tiene que ser tratada como un libro de información? Me da la sensación de que muchos docentes piensan que leer un libro por placer es una pérdida de tiempo, no se pueden perder minutos de “aprendizaje”, todo debe ser pedagógico, trabajoso, los niños deben “comprender” una verdad y un sentido que ellos creen únicos en un texto ¿por qué? Los libros son libertad y por eso cuentan con múltiples interpretaciones de las que cada lector se apropia y las hace únicas, y aquí está ese diálogo íntimo que sólo se da entre el lector y el libro.

¿Por qué llevar la lectura a un único sentido? En ese acto hay censura, limitación, hay obligaciones que cumplir y esto lo único que hace es formar niños no lectores. Según Raquel:

“Los niños sienten las limitaciones en sus lecturas y les afecta. Muchas veces me dijeron que los libros que yo les prestaba eran mejores que los que les daban los maestros, aunque eran los mismos... pero conmigo tenían la libertad de leerlos o cambiarlos por otro. Yo ejercí la docencia desde el área de la Educación Física y por eso no relacionaban la lectura que yo les proponía con los trabajos escolares. Y los cuentos que se leían cuando llovía eran una fiesta esperada. Sin embargo, los maestros me aseguraban que a los chicos no les gustaba escuchar cuentos. Claro, cuando un alumno intuye que detrás del dulce viene lo amargo, rechazará el mejor caramelo...”

La lectura de libros en las escuelas debe ser una fiesta, un momento de diversidad y libertad y, por qué no, de juego y entretenimiento. Es difícil para el docente poder discernir estos dos estadios del aprendizaje porque en sus mentes está el deber de “formar” lectores y no el acompañar en el proceso de sus propias elecciones.

Las ferias del libro en las escuelas son unas de las herramientas para hacer de la lectura un mundo de placer y libertad. Es un espacio y un momento únicos en el año escolar que relacionan la lectura con la diversión, con el placer. Los niños pueden escoger sus propios libros y en ese proceso de selección pueden tomarlos, tocarlos, leerlos, dejarlos, esconderlos, compartirlos, disfrutarlos. Nelly L. Bamballi de Suaya nos dice:

“En cuanto a mi experiencia en Ferias del libro, las veo muy positivas como animadoras de la lectura, porque a partir de las narraciones, del contacto con escritores y con tantas colecciones fascinantes, los chicos se acercan con placer al mundo de la literatura, aprender a descubrir aquellos temas que más les interesan y se "apropian" del libro, en la mejor acepción de la palabra. La Feria del libro moviliza a la escuela, a los docentes, a los alumnos y a los padres provocando alrededor de ella una alegría y un entusiasmo, que se vive como una fiesta."

No hay que “formar” lectores, esta es una tarea imposible en cualquier ámbito infantil. Los niños son también personas con su propia singularidad, gustos, aficiones y tienen derecho a decidir si quieren o no que la lectura forme parte de sus vidas. La imposición del hábito de leer es, en su inmensa mayoría, un fracaso a voces. Y si a esa imposición se le añade un trabajo escolar posterior, estemos seguros que formaremos niños no lectores.

La escuela y sus docentes pueden incentivar y acompañar en el proceso de selección de libros, buscar formas de relacionar la lectura con el placer, ayudar a los niños a conocer otros autores, diversificar la lectura.

Nelly señala que “La lectura produce una maduración en el pensamiento, activa los circuitos de la inteligencia, mejora sensiblemente el lenguaje oral y escrito, permite una comunicación fluida, abre la mente, amplía el poder de la imaginación y como decía Gianni Rodari ‘A través de la lectura y la escritura se conoce el poder liberador de la palabra, no para que todos sean artistas, sino para que nadie sea esclavo’".